Aún se escuchan las voces, se estremecen las 8.486 hectáreas quemadas en el Parque Natural de Doñana. La superficie quemada ha afectado a dos espacios protegidos: En el Parque Natural de Doñana ha quedado dañada 6.761 hectáreas y otras tantas en el Paraje Natural Laguna de Palos, según los cálculos del Plan de Emergencias por Incendios Forestales de Andalucía (Infoca), que informa de que el combustible potencial del incendio era de 43.225 hectáreas.
La vasta extensión de Doñana (108.000 hectáreas protegidas) conforma uno de los espacios de mayor biodiversidad de todo el continente: 4.000 especies, entre animales, plantas y microorganismos; y un lugar cuya preservación es vital para la pesca, el suministro de agua potable, el control de las temperaturas y de las inundaciones o la protección de la costa.
Duele pensar que la joya de la biodiversidad de Andalucía, pulmón natural de un lugar llamado tierra, se vea continuamente amenazado por la mano indirecta del hombre, altas temperaturas, cambio climático; o por la mano directa del hombre en forma de intereses, por supuesto, siempre económicos, especialmente por la agricultura alrededor de la zona y por la sobreexplotación de las aguas subterráneas para los regadíos. Y no son estas las únicas amenazas, hay que sumarles los vertidos contaminantes o los proyectos industriales que se plantean a su alrededor, como el almacenamiento de gas impulsado por Gas Natural Fenosa y autorizado por el Gobierno central en la frontera con el Parque Nacional.
Ahora el debate se centrará en que si la catástrofe fue provocada por la mano ejecutora del hombre o por causas asociadas a variantes naturales que se escapan a los designios del hombre. Esto es importante para evaluar el daño, aunque una cosa seguimos sin comprender, y solo cuando ocurren tragedias ambientales como estas nos ponen en guardia.
Necesitamos comprender que debemos cambiar nuestro modelo de vida, nuestra relación con el medio ambiente, es necesario llegar a empatizar con el lugar en el que vivimos, comprender que la naturaleza está aquí para equilibrar nuestro sistema solar, dejar de pensar que el hombre está por encima de los demás elementos de la naturaleza como ese ser destructor que tiene potestad sobre él para organizarlo a su antojo, a su disposición, para someterlo a sus intereses, a sobreexplotarlo. Hasta ahora la naturaleza ha sido humilde con el poder destructor del hombre sobre ella, pero cada vez está dando más muestras de alerta, de ira, en forma de fenómenos meteorológicos extremos, las inundaciones son cada vez más frecuentes, en algunas regiones como la nuestra se registran olas de calor y sequia por encima de lo habitual.
El consumo desaforado está llevando a la sobreexplotación de los recursos naturales, el afán de consumir está devorando y acabando con las reservas de agua, la agricultura se está viendo cada vez más dañada, el cambio climático se está produciendo tan deprisa que muchas especies de plantas y animales tienen problemas para adaptarse.
Frente a todo esto, que nos queda a nosotros, a los que se nos supone el papel de cuidadores de la naturaleza, nos queda educación. Debemos pensar en el planeta como un organismo vivo que necesita de nuestro cuidado, nuestra atención, hay que mimarlo para que las futuras generaciones puedan vivir en él en perfectas condiciones. La naturaleza es un don que nos han otorgado, pero que no nos pertenece, la necesitamos para continuar viviendo, alimentándonos, mirándola, disfrutándola, pero sin dañarla. Debemos compartir, no usurpar el espacio terrestre a los demás seres con quienes nos ha tocado vivir. Los animales, las plantas, los árboles deben ser nuestros aliados no nuestros enemigos.
La mano del hombre sigue indiscriminadamente destruyendo lo que habita a su alrededor, sin mirarlo, sin piedad, anteponiendo intereses económicos a intereses de vida, de salud, Doñana es un claro ejemplo. ¿Cómo esa tragedia no ha podido evitarse, quiénes son los responsables? Eso tendrán que dictaminarlo los expertos. Mientras eso ocurre, nosotros tenemos desde ahora una responsabilidad sobre Doñana, sobre ese Parque Natural vecino de nuestra localidad, debemos remover las brasas de lo destruido para comprobar en qué hemos fallado y qué necesitamos mejorar.
Hace tiempo que la naturaleza nos está alertando para que modifiquemos nuestro modelo de vida, enviándonos múltiples señales para cambiar nuestro modo de mirarla, esa fuente de vida que ya no es inagotable, ese manantial de energía, esa gran fábrica natural que nos proporciona agua, alimentos, lluvia, sombra, todo lo que necesitamos para vivir, y que día y noche se nos ofrece generosamente para que admiremos su enorme paisaje, su incuestionable belleza. Pensemos desde ahora en esa parte de Doñana destruida por el hombre como símbolo de lo que debemos comenzar a construir.
Bene Cordero.
Portavoz de Ganemos Lebrija Ahora